¡ESTAN MUERTOS!



La escena era dolorosa y terrible, dos hermanos muertos, se llevaban un año en edad, uno asesinado por su propio hermano, tres puñaladas certeras en el corazón le habían segado la vida, el otro colgado de una viga de su casa, después de haber llevado a cabo tan macabro acto, la madre de ambos destrozada por completo, su corazón partido en dos, para más dolor, bajo el joven que se había ahorcado, hayo una nota, con una sola frase, “soy culpable de su muerte”, una confesión que no era necesaria a simple vista se veía que él era el asesino, a sus pies el arma asesina y sus manos manchadas con la sangre de su propio hermano, que podía decir la madre, no podía juzgar ni justificar al asesino, que puede deber el hombre que con la muerte no pague, más aún que solo había tenido tres hijos, todos se llevaban un año del otro, pero el menor había muerto a la edad de trece años ahogado en un lago en la finca de una casa que habían vivido, ahora tenían 24 y 25 respectivamente los que le quedaban y ahora también los había perdido.



Ella era una mujer viuda, ahora una mujer sola, económicamente le quedaba aquella casa que le traería los peores recuerdos y la pensión vitalicia de su esposo muerto, así que ella para llevar un poco mejor la soledad, contrató a una mujer mayor para que le ayudara en casa, más que nada para que le hiciera compañía, así que las dos mujeres pasaban horas y horas conversando, cuando esta se iba a casa y ella se quedaba sola, una profunda tristeza la embargaba, después de los acontecimientos, ella diría que no sentía ni escuchaba nada; pero la soledad y el silencio en la casa no eran normales, alguien estaba allí, un alguien lleno de dolor y tristeza, ella estaba segura de que era su hijo el asesino arrepentido por lo que hizo, ella en su amor de madre no sabía como explicar lo sucedido.

Un día cualquiera, debió viajar a otra ciudad, por no dejar la casa sola, le pidió a la mujer que le ayudaba, que si podía ir a quedarse en la casa, esta no le vio ningún inconveniente, ya que ella también vivía sola, dormir en su casa o en otra daba igual, cuando llegó la noche en casa empezaron a escucharse ruidos extraños, al principio solo pasos, después voces, más tarde, gritos de una discusión acalorada, la pobre mujer en su cuarto, rezaba todo lo que sabía a su entender, afuera dos ladrones discutían por lo que se iban a llevar, ella solo pensaba en su desgracia, el único teléfono que había, estaba a un lado de la cocina y para llegar a él había que pasar por la sala, donde se estaba llevando a cabo la discusión.

Resuelta la mujer y armada de un valor que no sentía, se fue pegada a las paredes, trataría de llegar al teléfono, marcar el número de emergencia y dejarlo allí descolgado para que escucharan todo, pero al pasar, por un lado, de la sala, se quedó sorprendida, se escuchaba perfectamente la discusión, pero allí no había nadie, solo las voces y un frío terrible, un frío de ultratumba, la mujer descubrió que lo que estaba escuchando y viviendo no era algo de este mundo, era cosa del mundo de los muertos, quiso deshacer sus pasos y volver a la habitación, el miedo ahora era diferente, pero mucho más aterrador, quería ir de nuevo, pero algo la detuvo, la discusión que antes era difusa y poco importante, se hizo muy clara en sus oídos, dos hombres discutían por lo que el otro había hecho, había matado a su propio hermano ahogándolo en el lago, su madre nunca se repondría de esto le gritaba, todo por unos celos tontos, así que le exigía contarle todo a la madre, el otro se negaba, así que hubo una pelea y todo quedó en silencio, solo escuchaba la voz de uno y sus lágrimas, solo repetía, no, no, no, no, después un movimiento de objetos y un respirar fuerte y ahogado, todo quedó en silencio.



La mujer a pesar de no ser la más despierta, había entendido todo, uno de los chicos había ahogado al otro por celos a su hermano, ahora cuando su hermano se enteró, quería obligarlo a confesar, pero habían tenido una pelea y este lo había matado, por no darle más dolor a su madre había decidido quitarse la vida él también, la mujer no sabía qué hacer con aquella información, como decirle a su amiga y jefe la verdad de sus tres hijos, prefirió el silencio, más que ella sabía de antemano que su amiga amaba a sus tres hijos muertos todos por igual, al parecer ella en su corazón sabía toda la verdad y estos al dejarse escuchar, solo querían a un testigo que apoyara a su madre en lo que le dictaba su corazón.

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