La Cabaña


Érase una vez una joven llamada Melissa que vivía sola en una pequeña cabaña en lo profundo del bosque en las zonas intermedias del volcán La Malinche. Una noche tormentosa, se encontró varada en su cabaña con nada más que el sonido de una fuerte lluvia y el parpadeo de la luz de las velas para hacerle compañía.

A medida que la lluvia caía con más fuerza y el viento aullaba con más fuerza, Melissa sintió que la invadía una sensación de inquietud. Trató de mantenerse ocupada leyendo, pero su mente seguía divagando con la idea de que alguien o algo acechaba afuera en la noche oscura y tormentosa.

De repente, Miel escuchó un fuerte golpe en la puerta, lo que la hizo sobresaltarse y sintió como los vellos de su piel se erizaban. Dudó por un momento antes de reunir el coraje para acercarse a la puerta. Mientras miraba por la mirilla, vio una figura parada afuera, completamente empapada por la lluvia.

- ¿Quién es? Ella temerosa preguntaba.

- Soy tu papá abre, estoy empapado.

Melissa dudó un momento antes de abrir la puerta y, cuando lo hizo, la figura se abalanzó sobre ella. Trató de cerrar la puerta, pero la figura era demasiado fuerte y entró a la fuerza en la cabaña.

Cuando la figura se cernió sobre ella, Melissa se dio cuenta de que no era humana. Su piel era gris y viscosa, y sus ojos brillaban con una luz de otro mundo. Melissa trató de gritar, pero la criatura la silenció con un dedo largo y huesudo presionando sus labios.

Luego, la criatura procedió a acechar alrededor de la cabaña, su presencia hizo que las velas parpadearan y se apagaran. Melissa se encogió de miedo, sin saber qué hacer a continuación.

A medida que avanzaba la noche, Melissa se convenció cada vez más de que iba a morir. La figura inmóvil observaba fijamente a la chica, una voz grave y ronca le dijo:

- Tengo una pregunta que hacerte y solo hay una respuesta correcta para marcharme y no hacerte nada:

¿Por qué pensaste que era tu padre? Si él lleva años muerto.

Melissa sin inmutarse.

- Porque lo extraño y daría lo que fuera por volverlo a ver.

Justo cuando creía que todo había terminado, la criatura de repente salió de la cabaña, volteo a ver a Melissa mencionando que jamás volviera a abrir la puerta y desapareció sin dejar rastro. Melissa se quedó sola en la cabaña oscura y tormentosa, con el corazón acelerado por el terror.

Hasta el día de hoy, Melissa todavía escucha ruidos extraños cuando llueve mucho, y nunca ha podido quitarse de encima la sensación de que la criatura podría volver por ella.

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