Mamá nunca más volverá a hacerlo.


Fue al médico hoy. Salió temprano, vestida con ropa sexy. El medico tiene una manera muy peculiar de cobrarle las consultas a mama. Lo sé porque los he oído hablar por teléfono, y no moderan su vocabulario. Los demás también lo saben; me refiero a mis otros tres hermanos... bueno, mejor dicho, cuatro, porque hoy sumamos otro a nuestra familia. 

Es tan frágil y tan pequeño... pobre, sus ojos son a penas como dos frijoles negros, y su piel es roja. Supongo que así era yo también cuando salí expulsado del vientre de mamá. Yo era el menor antes de hoy. El mayor es Ero, que tiene ocho años, luego Arzo, de seis, y yo, Osto, que tengo cuatro.

Ero es el líder por ser el mayor. Siempre nos dice que hacer. Nosotros lo queremos mucho, y lo respetamos como se debe respetar al hermano mayor. Él nos guía y nos enseña las cosas que él tuvo que aprender solo. El nuevo hermanito aún no tiene nombre. Me gustaría que se llamase Red, por su color de piel. Pero Ero dice que no se puede romper la tradición, que además, nos sirve como referencia. Incluso Ero es él que nos ha puesto nuestro nombre. Decide llamarlo Embre.

Mamá es joven, solo tiene veintidós años. Es hermosa y muy coqueta ¡Demasiado coqueta! Varios hombres le dan dinero semanalmente, y le compran ropa y comida. Pasan tiempo en su habitación, pero ellos nunca se quedan. Mama es feliz así, siempre anda sonriendo y bailando en la casa, sin la más mínima preocupación. Todos pensábamos que mama no iba a volver a salir embarazada, pero al parecer ha tenido un error de cálculo.

Ero, apenas se enteró de la llegada inesperada del nuevo hermano, se enfureció. Sus ojos arden como dos llamas de fuego. Arzo se encarga del pequeño, lo toma en sus brazos y se acurruca junto a el en un rincón. Los cuatro somos hijos de diferentes padres, creo que por eso tenemos personalidades distintas. Arzo siempre ha sido el más sumiso, nunca opina en nada, y parece andar siempre pensando. Se puede decir que lo único que tenemos en común los cuatro es que hemos sido precipitado al mundo por las mismas prematuras manos del médico de mamá.

Hoy es veinticuatro de diciembre. Siempre en estas fechas mis hermanos y yo nos paramos en la ventana a ver a los niños jugando y gritando, esperando impaciente los regalos que les trae Papa Noel. ¿Pero nosotros? No, nosotros nunca hemos recibido un regalo, ni siquiera una mirada tierna, ni una bendición para que nos alumbre el camino hacia la gloria. Somos invisibles. Vivimos en las tinieblas. Mamá ni nos mira, y nuestros padres ni saben de nosotros.

Pero Ero ha decidido que este día sea diferente. Tiene un plan, y también tiene mi apoyo. Arzo sigue en el rincón, el pequeño Embre no hace ningún tipo de movimiento. Espero con ansias la llegada de mamá.

Mama llega a las nueve con un hombre. Van directo a la habitación. Se rien y se besan. Al principio se escuchan voces, luego el sonido de la madera chocando contra la pared. Mama aúlla como una loba.

El hombre se va antes de las doce. Mama lo acompaña hasta la puerta y luego vuelve a la habitación. No se imagina la sorpresa que le tenemos preparada mis hermanos y yo. Cierra la puerta, le pone el seguro y se acuesta.

El momento llegó. Embre comienza a llorar; el sonido del llanto es tan débil, que apenas y se puede oír. Mamá se sienta en la cama sobresaltada. Comienza a buscar, moviendo su cabeza en todas direcciones. El llanto se oye ahora más fuerte. Mamá se levanta de golpe, se dirige hacia la puerta, pero Eros se interpone en su camino. 

El chillido que suelta mamá es ensordecedor. Retrocede de espalda hasta chocar con la cama. Entonces se encuentra por primera vez con mi mirada. Sus intensos ojos azules quieren salírsele de su cara. Un grito, más fuerte que el anterior, vuelve a salir de su boca. Ero y yo nos abalanzamos sobre ella. La sujetamos por los brazos. Se retuerce en la cama, tratando de liberarse. Mami parece asustada. Su cara está pálida. La entiendo... es la primera vez que nos mira. Apuesto que no sabía que habíamos crecido tanto.

Luego, de la oscuridad, aparece Arzo, cargando al pequeño Embre; las extremidades de mi hermanito son tan delgadas como un alambre. Arzo trae en su mano derecha un cuchillo...

Desmembramos a nuestra madre lentamente, hasta dejarla en el solo tronco. Mamá grita, mientras Arzo le torturaba con el cuchillo. Después la quemamos, para sentir el calor que nunca nos dio.
Yo no odio a mamá, y creo que mis hermanos tampoco. Solo queríamos que ella sintiera lo mismo que sentimos nosotros cuando su doctor nos aspiraba. Mami murió en mano de sus cuatro abortos. Nunca pudimos cruzar al más allá, y por eso crecimos en las tinieblas. Somos el fruto de su vientre que ella jamás dejo ver la luz...


***
Eros, fue abortado el 27 de enero.
Arzo, fue abortado el 12 de marzo.
Yo, Osto; fui abortado el 13 de agosto.
Embre; fue abortado el 24 de diciembre.


Mamá nunca más volverá a hacerlo.

Autor: Jesus Reyes

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