El no es mi hijo


Todo comenzó porque mi hijo de tres años lloraba por las noches a la mitad de la noche. Cuando iba a su cuarto a verlo, estaba histérico: por sus mejillas corrían lágrimas y lloraba diciendo que el coco lo había asustado. Lo dejaba dormir con mi esposa por la noche y pensaba que solo había sido un mal sueño.

La siguiente noche él ni siquiera quería estar en su cuarto, pero lo convencí diciéndole que el coco era un invento de su imaginación. Me despertaron una vez más sus gritos. Corrí a su cuarto para encontrarlo lleno de lágrimas otra vez.

Para la tercera noche coloqué una cámara en su cuarto para mostrarle que no había monstruo. Esa noche no hubo gritos ni llanto. Fue agradable despertar en la mañana luego de mi primera buena noche en tres días. Sin embargo, mi hijo no se veía fatigado. Ni siquiera se quejó en la mañana cuando lo despertamos para ir al preescolar. Cuando mi esposa lo llevó, decidí revisar la cinta de la cámara para averiguar cómo había dormido. Nunca olvidaré lo que vi.

Al rededor de las dos de la madrugada mi hijo dormía, pero la puerta de su armario lentamente se abrió. De las sombras emergió una mujer pálida, desnuda y delgada, con largo cabello negro y unos sólidos ojos negros. Su cuerpo era huesudo y frágil, como si hubiera sobrevivido un holocausto. Cuando se volteó, pude ver su espina que sobresalía de su espalda como si fuera un dinosaurio. Acercó sus manos anormalmente grandes a la cama de mi hijo y cubrió su boca. Él intentaba gritar, pero no podía.

La palma de una de sus manos fácilmente tapaba su cabeza y ahogaba sus gritos. Ella lo tomó con una facilidad que alguien con su frágil cuerpo no debería tener y caminó de regreso al armario con mi hijo en sus brazos. Una hora después regresó con lo que parecía un gusano que se convulsionaba del tamaño de una mochila y lo colocó en la cama de mi hijo antes de regresar de nuevo al armario.

Durante las siguientes dos horas lo vi torcerse y sufrir espasmos mientras crecía y mutaba hasta parecerse a mi querido hijo. Una vez que la transformación estuvo completa, salió de la cama, se puso una pijama, se volvió a meter y nos esperó. No sé qué es esa cosa que partió con mi esposa esta mañana, pero sé que no es mi hijo.

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